jueves, 27 de octubre de 2011

EDUARDO COTE LAMUS


POEMA IMPOSIBLE

Deja por última vez que mi tacto te sepa

porque quiero aprenderme tu cara de memoria,

porque quiero iniciar un poema diciendo:

"En Segovia, una noche de torres, mi alma no pudo,

no le fue posible...".

Déjame, sí, déjame.

Déjame aunque sea fatigar tus huellas

por esta almohada con aroma de rostro

porque quiero hacer un pájaro con tu piel

para despertar mi corazón muerto.

Yo te amé de frente, por entero

y me miraba largamente en tus manos

buscando dar olvido a mi antigua sed de orilla.

Por ahí para esta tristeza con cara de rosa

como si el color llevara mi dolor descalzo.

A veces me viene tu silencio de campanas

que debajo de tu piel silban siempre, siempre...

Te acercaste a mi vida como un vegetal solo

alargando tus ojos hasta la plenitud del árbol.

Mi vida era sencilla, humilde,

tiernamente arcilla para un tacto.

Ahora no soy sino un manantial ciego

que huye de la sombra en tu mirada.

Es cierto que todo me fue inútil, doloroso;

fue una lástima que tú no me quisieras:

ha sido el mayor qué lástima del mundo.

Pero ven, acércate y muérete un poco en mis palabras.

A pesar de todo eres mi amor, mi tú, mi nunca.

Y ya no puedo con este hueco sin destino

que me pesa por dentro como Dios en la yerba.

Porque tampoco puedo con este sabor de ti en los labios.

Sí: en Segovia murió la savia de repente.

Y yo no pude,

no me fue posible.

No hay comentarios: